En el mundo del arte y el deporte se han acuñado los términos “polifacético” y “versátil” para referirnos a aquella persona que tiene la dualidad de desempeñar múltiples roles o es capaz de jugar bien varias posiciones.
Este caso aplica perfectamente al presidente Luis Rodolfo Abinader Corona, quien llegó al poder en agosto del 2020 y, hasta la fecha, parece ser el alma, mente, cuerpo y espíritu de su Administración, claro, con algunas excepciones.
Con cuatro años de gobierno y cuatro meses de haber iniciado su segunda gestión, Abinader juega el rol de vocero de su Administración y da la cara ante todos los temas; no sabemos si por decisión del mandatario o por desconfianza del mismo hacia sus funcionarios o colaboradores.
¿Es conveniente que el presidente dé la cara en todo y opine en todo? Es una pregunta común en muchos profesionales, entre quienes trabajan el análisis de este ámbito, ejecutan la labor de asesores políticos o son creadores de estrategias.
Si bien es cierto que la estrategia ha dado buenos resultados a la imagen del gobernante, porque la cercanía con los medios de comunicación en el pasado había sido muy limitada, no es menos real que parecería que todo gira en torno a él. Abinader interactúa en múltiples ocasiones en LA Semanal con los periodistas. Un caso parecido fue el de Andrés Manuel López Obrador, quien hablaba de lunes a viernes en Las Mañaneras, realizadas en México a las 6:00 a. m, mientras era presidente del país azteca.
Estamos de acuerdo en que Abinader sea cercano, pero ¡cuidado! Hay un hilo muy fino que parece dejar el mensaje de que todo está centralizado en torno a la figura del mandatario o que muchos funcionarios son inoperantes o no saben comunicar las acciones del gobierno.
Digo, en todo hay excepciones. La vicepresidenta Raquel Peña sabe comunicar y ejecuta a la perfección sus responsabilidades. Igualmente, David Collado en el Ministerio de Turismo, Víctor (Ito) Bisonó en Industria y Comercio, Eduardo Sanz Lovatón, en Aduanas, Samuel Pereira, en el Banreservas, Faride Raful en Interior y Policía, Guido Gómez Mazara en INDOTEL, Wellington Arnaud en INAPA, entre otros.
Pero, estoy seguro de que muchos, al igual yo, saben que hay más funcionarios que el presidente Abinader ha tenido que salvar, dando la cara por alguna metida de pata o porque no han sabido comunicar una acción.
Creo que, por su legado y por conservar su imagen, para beneficiar al Partido Revolucionario Moderno (PRM), en un futuro no muy lejano, Abinader debe dejar exponer las caras de su gobierno. Esto así, para que la población pueda observar su relevo en el mismo o en la Administración que dirige, si es que apuesta a que su partido mantenga su actual posición.
En el libro Las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene, una de estas leyes a practicar es la ausencia, como elemento para concentrar o mantener el poder. Creo que aquí se aplica “a una mayor exposición, un mayor desgaste de la figura” y, por eso, pienso que Luis Abinader ya debe pensar en su legado. Asimismo, en trabajar para cuidar cada acción de su gobierno y sus funcionarios, para que las promesas se cumplan y, sobre todo, pueda valer la palabra empeñada.
Los perremeístas, que asuman su gobierno y defiendan su partido. Al final, la continuidad del mismo no depende del presidente, sino de la gestión que este haya hecho, y no se comporten como el joven vago a quien todo hay que dárselo.