Tras el paso del huracán David, un fenómeno natural que dejó huérfanos y desafió a la perseverancia de muchos dominicanos, mi padre, un ciudadano común que no era carpintero ni profesional en el oficio, demostró que con creatividad y determinación se puede reconstruir lo que se ha perdido. Con la ayuda de mis hermanos, techó nuestra casa, que perdió solo el zinc por el paso del huracán.

En ese momento, un vecino menos listo y trabajador me dijo: “Papito, estás perdiendo el tiempo y vas a trabajar dos veces”. Mi padre sabía que tendría que trabajar dos veces para cumplir con su compromiso de proteger a su familia, que fue una de las pocas que no pasó ni un día en el refugio público. La Biblia dice que no se sirve vino nuevo en odres viejos, y este refrán sigue siendo relevante hoy en día. No hay manera de recomponer lo nuevo utilizando lo viejo.

En política, esta realidad es aún más crítica. En nuestro país, muchos líderes siguen pensando con ideas del siglo pasado y vestidos con ropa nueva. Los jóvenes tienen ideas innovadoras y han logrado llegar incluso al Senado. Sin embargo, esto es la excepción y no la regla.

La crisis de liderazgo es palpable en todas partes. En la Fuerza Única Popular Unificada (FUPU), se habla de renovación sin cambiar la dirección. En el partido oficial, no hay una sola idea nueva entre los 23 aspirantes a la presidencia. La crisis de liderazgo se refleja en todos los aspectos de nuestra vida.

No hay liderazgo en el mundo empresarial ni en nuestra pobre representación sindical, donde están los mismos nombres de siempre desde cuando yo entré a la universidad. Nuestro país necesita líderes que despierten pasiones a favor y en contra, líderes que arrastren y conmueva.

Luis Abinader llegó al poder montado en la ola anticorrupción y se reeligió sin problemas por enfrentar ese fenómeno. Sin embargo, ese modelo caduca en 4 años y quienes aspiran a liderar algo deben pensar que su modelo también tendrá fecha de caducidad.

En conclusión, es hora de reconocer que nuestro país necesita una renovación profunda y un rejuvenecimiento en sus instituciones y líderes. No podemos seguir viviendo con ideas del pasado ni repetir los mismos errores. Es hora de dar oportunidades a nuevos líderes que sean capaces de inspirar cambios positivos y movilizar a las personas hacia un futuro mejor.