Finalmente, después de tres largos y aterradores años, las comunidades del sur de Ohio podían empezar a respirar con más tranquilidad. Durante todo ese tiempo, un peligroso francotirador había sembrado el terror en la región, acechando a los amantes de la naturaleza y a quienes se aventuraban por los caminos rurales.

El nombre de este asesino en serie era Tom Dillon, un hombre que aparentaba ser una persona común, pero que en su interior albergaba una oscuridad mortal. Sus víctimas eran seleccionadas al azar, cazadores, pescadores, corredores solitarios; cualquiera que se cruzara en su camino se convertía en un objetivo.

La investigación había sido ardua y desafiante. Los investigadores de varios condados, junto con el FBI, habían trabajado incansablemente para tratar de detener a este depredador en serie. Pero Dillon era escurridizo, inteligente y extremadamente cuidadoso. No dejaba pistas, no cometía errores que pudieran llevarlo a la justicia.

Sin embargo, finalmente, una serie de eventos fortuitos y la valiente cooperación de un viejo conocido de Dillon, Richard Frei, habían llevado a las autoridades a poner la mirada sobre él. Frei proporcionó información valiosa sobre la conducta perturbadora de Dillon y su obsesión por los asesinos en serie, lo que hizo que las sospechas recayeran sobre él.

La vigilancia intensiva que se llevó a cabo finalmente dio sus frutos. Observaron a Dillon en momentos que coincidían con los asesinatos previos, lo que aumentó las sospechas. Incluso llegaron a temer que iba a atacar a una corredora solitaria, pero por suerte esta vez la víctima logró escapar.

Finalmente, una evidencia circunstancial crucial llegó cuando descubrieron que Dillon había visitado la tumba de una de sus víctimas, Jamie Paxton, en el aniversario de su muerte. Esto fue una pieza clave que los investigadores necesitaban para conectarlo con los horribles crímenes.

A pesar de estas evidencias circunstanciales y la sospecha abrumadora que recaía sobre él, aún faltaba encontrar pruebas físicas sólidas que lo incriminaran directamente en uno de los asesinatos. Pero la temporada de caza se acercaba, y Dillon continuaba vagando por los caminos, armado y peligroso.

La comunidad estaba ansiosa por verlo detrás de las rejas, y las autoridades sabían que debían actuar con rapidez. La pesadilla de tres años estaba llegando a su fin, y Tom Dillon sería llevado ante la justicia.